11/2/14

Vindicación de El Embarcadero de Banes (Tercera parte)

© Liduvino Oscar Quiñones Ruiz


EL ASENTAMIENTO POBLACIONAL  DE EL EMBARCADERO

Aun antes de constituirse Banes como Municipio, hecho ocurrido el 17 de enero de 1910, se conformaron, en el año 1909, los 14 barrios del término: Santa Florentina de Retrete, Cañadón, Vega de Samá, Yaguajay,  Los Berros, Flores, Mulas, Duruthy, Los Ángeles, Río Seco, Macabí (que inicialmente fue considerado un cuartón de Los Berros), Veguitas, Barrio Oeste y Barrio Este. En estos dos últimos se concentraba la población urbana de aquel entonces, que, según datos  demográficos del año 1907, ascendía a 14 216 personas, de las cuales 3 788 residían en la cabecera municipal. Dentro del Barrio Este queda incluido el asentamiento poblacional de El Embarcadero de Banes, considerado como un barrio de periferia o localidad. Era un poblado con características sui géneris, conformado por un grupo de casas construidas alrededor del litoral costero y a lo largo de la línea férrea, edificadas con  estilo propio del sur de Estados Unidos, atendiendo a que sirvieron de residencia, en una etapa inicial de su asentamiento en el territorio banense, a varios funcionarios de  la United Fruit and Sugar Company. Aquí radicó, entre otros, Mr Harold Harty, cuando era funcionario de la Atlantic Company en el puerto de Boca de Samá. Sus calles adoptaron nombres pintorescos y bucólicos: Los Pinos, Los Álamos, Los Flamboyanes, Las Adelfas.

Vista de la calle Los Pinos en fecha tan temprana como 1913 que culminaba en los muelles

Otra vista de la calle Los Pinos
Los pinos han crecido, pero sigue siendo la calle Los Pinos, aunque algunos la  llamaban en esa época "avenida del Puerto"

El Embarcadero no disponía del servicio de electricidad y el alumbrado doméstico y público se realizaba con lámparas de camiseta, marca Colleman, de las cuáles la United Fruit and Sugar Company entregaba dos por cada vivienda. Se utilizaron también con este propósito las así llamadas "lámparas de carburo", las cuales utilizaban como combustible acetileno. Las lámparas correspondientes al alumbrado público las atendían los serenos que eran dos, que respondían por la custodia de los muelles, el Almacén de la Aduana y demás dependencias. Además, El Embarcadero contaba con un guardia jurado, integrante de un  cuerpo conformado por la UFCo, que lo fue por muchos años Manuel Hernández Salvatierra, responsable de la salvaguarda e integridad de toda el área del poblado. También  existía en el asentamiento poblacional un pequeño cuartel de la Guardia Rural, con dos efectivos, como  autoridad constituida.
La vida pueblerina transcurría de la manera habitual para la época. Las costumbres eran sencillas: un paseo por El Cañón de Banes en el remolcador Macabí o un viaje hasta Baracoa, bordeando el Cabo de San Antonio, en esta potente embarcación, resultaba ser tan interesante y novedoso, como un crucero trasatlántico y aparecía reportado entre las noticias de la División de Banes, en la revista Unitfruitco. Las relaciones comerciales simples y esenciales. Existía una tienda mixta, propiedad de la UFCo, con un encargado a sueldo, cargo que ocuparon Enrique García, su hijo Quique García, Justo Góngora, Luis Felipe Guerrero Tabares, Enrique Velázquez, Hipólito Ramírez y Enrique Jardines. Los encargados, a su vez, acostumbraban a emplear, mediante el pago de una módica mensualidad, dependientes, cargo que no existía en plantilla. Entre estos estuvieron cuatro hermanos Martorell-Alavedra: Wilfredo, Rubén, Gerardo y Agustín. La tienda usaba un sistema crediticio poco común: apenas un barco hacía sonar su pito a la entrada de la bahía, de inmediato comparecía en el establecimiento comercial el listado de los obreros, los cuáles iban a trabajar en la descarga de las mercancías que ese buque traía y los trabajadores en ella incluidos  podían  comprar  sin pagar en el acto (algo que en Cuba se conocía como "fiao"). El crédito concedido oscilaba entre  los 13 y 16 pesos, que era lo que habitualmente devengaban los obreros portuarios en ese entonces.  Es bien recordado también, entre otros, el comerciante banense Ceferino Ramírez, joyero y optometrista, que colocaba una vidriera para vender sus mercancías en El Embarcadero y participaba activamente, además, de la vida social del poblado.

Ceferino Ramírez, optometrista 
graduado en  la Universidad de la Habana 
Entre los entretenimientos pueblerinos estaba  el juego de la quiniela, muy popular en los asentamientos poblacionales cubanos de ese entonces, pues se relacionaba directamente con el juego de béisbol, deporte nacional cubano. Se trataba de una rifa o sorteo, que consistía en comprar una papeleta, la cual venía en sobre sellado y en la que estaba anotada la posición de un jugador de las novenas de pelota que se enfrentaban ese día y, al anotarse la primera carrera, que era la carrera de la quiniela, el que había comprado la papeleta con la posición del jugador que anotaba ésta, resultaba ganador. Las papeletas se vendían a 10 centavos y el premio era de dos pesos. En ocasiones, luego de anotarse la carrera de la quiniela, se hacía otra rifa, la cual consideraba lo que sucedería en el juego a partir de del quinto inning.
También gozaba de popularidad  en los días festivos  la cucaña, que,  tratándose de un poblado marino, se desarrollaba de manera peculiar: el palo encebado se colocaba en posición horizontal  en la parte final del muelle, al cual se fijaba por uno de sus extremos  y los que fallaban en el intento de capturar la bandera colocada en su extremo libre, el cual estaba sobre el mar, caían estrepitosamente al agua. Eran muchos los que se daban esos chapuzones, pues la tarea era ardua en verdad.

LAS VIAS DE COMUNICACIÓN CON EL EMBARCADERO

El transporte por carretera comenzó a desarrollarse en Cuba a  partir de 1930, pero siguió un especial crecimiento después de la Segunda Guerra Mundial. La región de Banes-Nipe contaba con algunos tramos de malos caminos, que no llegaban a constituir un sistema de transporte eficaz.
En el caso de El Embarcadero existía un camino o terraplén, que en épocas de  lluvia, dadas las características del suelo en esa zona, era difícil de transitar, pues se formaban profundos canarreos, los cuáles se mantenían hasta que el suelo secaba bien, proceso que solía demorar, por el deficiente drenaje del mismo, y se posibilitaba entonces el trabajo de una moto niveladora, que allanaba de nuevo el camino.
La vía más expedita y asequible de comunicación con el pueblo de Banes era, para los habitantes de El Embarcadero, el transporte ferroviario, el cual se realizaba en los llamados Gas-car (los Gas-car números 286 y 287 llegaron a Banes en 1938) y en las "gasolinas" que pertenecían a la familia Dumois. La primera  línea ferroviaria de Banes había sido construida por ellos, precisamente, entre el pueblo y El Embarcadero en el año 1888 para la exportación de bananos. Tenía una longitud de 3,5 millas. Teniendo en cuenta que el ferrocarril de carácter privado, como medio de enlace entre los sectores agrícola e industrial en la producción azucarera, había sido utilizado por primera vez en Cuba en 1873, puede considerarse que esta línea férrea se construyó en fecha muy temprana. Este antiguo ramal fue durante mucho tiempo la única vía de comunicación directa del pueblo de Banes con el exterior.
La Cuba Railroad Company, constituida por Sir William Van Horne, estableció una terminal ferroviaria en Antilla en 1906 y le hizo una concesión a la United Fruit and Sugar Company, para que su ferrocarril privado se uniera a la vía férrea pública por ellos operada, en el lugar conocido como Entronque de Dumois. Así quedó enlazado el transporte terrestre de Banes con el del resto de la República, pues el ramal de Antilla se entroncaba en Alto Cedro con el ferrocarril central, construido en el año 1900 por Mr.Van Horne. Esta interconexión del transporte ferroviario jugó un papel decisivo, tanto en las necesarias comunicaciones con la capital provincial de Oriente, Santiago de Cuba, y otras localidades por las que corrían los rieles, como en las actividades comerciales minoristas y en el desarrollo social del municipio.
El 14 de marzo de 1919 fue firmado un contrato entre Alfredo y Ernesto Dumois Duthil y la United Fruit and Sugar Company, mediante el que los primeros quedaban autorizados a prestar servicios de carros de línea mediante el sistema ferroviario de dicha empresa en la División de Banes, los cuales comprendían la carga menor, el transporte de pasajeros y de correspondencia.

Elocuente y bien conservada imagen del paradero del ferrocarril en Banes, en plano intermedio al derecha, y del edificio del Tráfico de operaciones ferroviarias, en primer plano a la derecha, en el que radicaba también la superintendencia de ferrocarriles de la United Fruit and Sugar Company
El Gas-car 287camino de El Embarcadero. 
Fotografía tomada en el año 1947. 
En primer plano, al centro, con sombrero, mangas largas y corbata 
Manuel Hidalgo Desdín
 
Por la vía del ferrocarril llegaba también el pago. 
Carro de pago en El Embarcadero en 1939. 
En primer plano, a la derecha, con camisa blanca de mangas largas 
Manuel Hidalgo Desdín
La primera línea telegráfica  de Banes fue tendida entre El Embarcadero y Gibara, municipio al cual perteneció toda la División de Banes de la UFCo hasta 1910. Tenía una longitud de 44 millas y fue el primer sistema de comunicación del municipio. Tuvo un carácter dual: privado y público. El tramo de El Embarcadero a Banes tenía una longitud de 2,5 millas.

LA ESCUELA DE EL EMBARCADERO

El desarrollo social del asentamiento conllevó a la construcción de una escuela donde se cursaban los grados del primero al sexto. La maestra de este centro escolar lo fue durante muchos años Isabel Alavedra, destacada pedagoga banense, poeta aun no suficientemente conocida, creativa profesora, que confeccionó por sus propios medios, desde un muestrario de las maderas típicas del país, hasta una pequeña colección de la fauna cubana, que puso a completa disposición de sus alumnos. A Isabel le habían antecedido en su desempeño  como maestra de instrucción en esta escuela Sirenia Sanjuán y Cecilia Giner.
Estas recordadas educadoras fueron de las primeras maestras de instrucción, que  impartieron sus conocimientos en Banes y se trasladaban en los tiempos fundacionales desde el vecino municipio de Gibara en goletas, para realizar sus labores educativas.
Isabel Alavedra laboró como maestra durante 55 años, culminado su trabajo como educadora en la Escuela de Deleyte, municipio de Banes.
La sistemática y extensa labor desarrollada por esta destacada pedagoga la inscribe por méritos propios, no sólo en la historia de El Embarcadero, incompleta si no mencionáramos su abnegado trabajo, sino también en los anales del magisterio en Banes en todos los tiempos.

Isabel Alavedra, la maestra que educó a varias generaciones de habitantes 
de El Embarcadero de Banes
Grupo de alumnos posando frente a la 
Escuela de El Embarcadero de Banes 

EL CLUB DEPORTIVO DE EL EMBARCADERO

Esta fue una institución insignia del poblado de El Embarcadero, que atrajo a muchos visitantes y se convirtió en un verdadero suceso en el ámbito social en el municipio de Banes, particularmente en una segunda etapa de su existencia, cuando Lucho Canales, Beto Galicia, Reynerio Escalona, Ezequiel García, Juan Antonio Dumois y otros integraron una directiva, constituida con el propósito de organizar el club y lo edificaron con paredes de madera y un techo de cuatro aguas, sobre una base de mampostería remanente de cuando en ese lugar radicó una vivienda de empleados de la UFCo, la cual a su vez  había sustituido al que bien puede ser considerado el primer Club social, que edificaron los funcionarios de la UFCo en el territorio banense, antecesor del American Club.
Construyeron, además, un balneario cercado, para evitar los ataques de tiburones y otros peces, y rellenaron con arena el fondo del mismo, luego de sanearlo debidamente, retirando el fango costero allí existente. Este balneario estaba ubicado en la parte trasera del club y se accedía al mismo por una gran escalera, ubicada en la parte trasera del edificio del mismo. El balneario contaba con dos trampolines de alturas diferentes. En estos trampolines hacía acrobacias Manuel Leyva, llamado "Bufón" y luego se incorporó también Césareo Lázaro Rodil Sanjuán, hombre temerario, pero con una carácter muy jovial. En el balneario, que contaba con una parte menos profunda que la otra, demostraba también sus cualidades de buena nadadora Rina Rodil Sanjuán.
El Club Deportivo contaba con una cantina y una tarima para los músicos. Allí se efectuaban bailes todos meses y algunos fines de semana, los cuáles resultaban ser muy concurridos, al extremo de que los gas-car de Juan Antonio Dumois daban viajes extras a partir de las cuatro de la tarde y hasta las once de la noche. Una vez al año se celebraba el "Baile de la Guajaca" y se efectuaba también un certamen de belleza. La guajaca es una especie de fibra vegetal, que proliferaba en los árboles en los patabanales costeros, particularmente en la zona del Júcaro, donde era recogida y luego colgada como guirnalda en cordeles en el salón de baile, el cual quedaba de este modo adornado y embellecido de manera muy original. Para organizar estos bailes se creaban comisiones en que trabajaban muchos de los habitantes de El Embarcadero. Eran todo un acontecimiento.
El Club Deportivo disponía también de una pequeña planta eléctrica, la cual estaba dotada de un motor Estrella. Esta planta suministraba electricidad a la institución  en el horario nocturno.
El Club había sido inaugurado inicialmente el 21 de febrero 1921 y fue destruido por un voraz incendio el 17 de junio de 1955.
En su segunda época, sus organizadores pretendieron darle al club un carácter  institucional y formal, siendo necesario  abonar una cuota para ingresar al mismo, la cual daba derecho a participar de sus actividades: alquiler de botes, juegos de Voleibol, bailes, banquetes, etc. Estos últimos alcanzaron un gran esplendor, particularmente cuando Pancho Batule, comerciante banense con amplia experiencia en estos menesteres, se hizo cargo de la parte gastronómica, ya que la cantina allí ubicada la atendía Lucho Canales. Con su visión de avezado vendedor Pancho logro ampliar las ventas de comestibles a libre oferta y se ha considerado, por lo vecinos de El Embarcadero conocedores del tema, que esta actitud liberal suya, sustentada en simples consideraciones comerciales, entró en contradicción con la pretensión de exclusivismo de los organizadores del club, al extremo, que se ha invocado esta situación como causa real del incendio que destruyó el inmueble, provocado en el orden material por unos sacos de carbón almacenados en el local de la cocina del club que contenían carbones no apagados completamente.
Durante este siniestro se produjo un hecho que ha trascendido en la memoria histórica banense como una muestra fehaciente del amor maternal. Una pequeña perrita sata había parido  debajo  de la tarima de los músicos y, al producirse la conflagración, se le veía salir y entrar del incendiado inmueble del club, como queriendo advertir que sus cachorros estaban en peligro, hasta que tomó la heroica decisión de permanecer junto a ellos y morir calcinada. Al comenzarse el escombreo del incendiado local, su esqueleto de madre amorosa apareció sobre los de su prole, evidenciándose así  su postrer esfuerzo  de  progenitora.

Vista del Club Deportivo de El Embarcadero y de la escalinata que conducía al balneario
Escalera de acceso al Balneario del Club Deportivo, construida para facilitar la entrada y salida de las personas mayores

En el muelle del Balneario del Club Deportivo

EL EQUIPO DE BÉISBOL PORTUARIOS DE EL EMBARCADERO

El organizador de este reconocido team de pelota, que se batía de tú a tú con los conjuntos beisboleros existentes en el municipio de Banes en esa época y también con otras novenas de pelota de localidades cercanas, fue Manuel Hidalgo Desdín, hijo de Manuel Hidalgo Carballosa. Manolo era capataz de cuadrilla del puerto y fue un hombre emprendedor, ligado a varios proyectos en El Embarcadero, entre ellos el de la construcción del Club Deportivo. Es, sin lugar a dudas, otra de las figuras insoslayables de su historia.
Es comprensible y lógico que los equipos deportivos representen a una localidad, pero en el caso del team Portuarios de El Embarcadero esta representatividad conllevaba un vínculo muy estrecho con toda la población, que se pone en evidencia en todas las imágenes conocidas del conjunto beisbolero, en las que aparecen invariablemente sus integrantes posando con los habitantes de El Embarcadero en general, pero en particular con los trabajadores del puerto de Banes.
Integraron el equipo Portuarios en sus primeras ediciones: Félix Pupo Castro (Felino), destacado jugador de la primera almohadilla, que tuvo una larga vida, pues falleció en el año 2013  a la venerable edad de 110 años; Pedro Fuentes, receptor; Wilfredo Vega, jardinero; Antonio Lores, lanzador y jardinero; José Nieves Lores (Barón), lanzador; Arsenio Rondón, receptor; Cosme Hasty; Tolentino Ricardo Cruz, Policarpo Guilarte, torpedero, que jugó en Santiago de Cuba y en La Habana; Juan González, entre otros. En ediciones posteriores vistieron la franela de los Portuarios: Pedro Emilio Blanco, receptor y primera base; Manuel Rojas, lanzador; Arsenio Vicente Navarro, segunda base; Miguel Ángel Navarro; Alfredo Rodil, primera base; Aldo Hernández, primera base; Virgilio Naranjo, torpedero y tercera base; Agustín Martorell, lanzador; Rogelio Artigas González (Garabato), lanzador; Edilberto Rondón (Chino) y Ángel Rondón (Gelo), receptor.

El equipo Portuarios en 1930. En el cuarto puesto en la fila delantera, de izquierda a derecha, Manuel Hidalgo Desdín
El equipo Portuarios en 1932. En el séptimo puesto en la fila de atrás, de izquierda a derecha, con un bate en la mano, Manuel Hidalgo Desdín
Versión del equipo Portuarios de mediados de  la década del 40. En la segunda fila, a la derecha en la foto, Manuel Hidalgo Desdín, con gorra de oficial de marina.
LOS TRABAJADORES DEL PUERTO DE BANES

Las cuadrillas de trabajadores del puerto estaban integradas por obreros que se dedicaban a diferentes ocupaciones.
Entre estas estaba la de wincheros, que atendían los winches del barco, dispositivo que posibilitaba el izaje de las lingadas de sacos de azúcar y los bultos de mercancías. Fueron wincheros Wilfredo Vega Vireyes, Miguel Díaz, Elías Fuentes y Juan González, entre otros.
Los chequeadores y tarjadores llevaban estricto control de las lingadas o bultos que se cargaban en los barcos, registrando los datos en un modelo. Esta labor era realizada también por la tripulación de los buques, pues se designaba a un marinero, que hacía similar procedimiento. Al finalizar la jornada de trabajo, el Primer oficial del buque y el Jefe de tarja del puerto conciliaban las operaciones y procedían a firmar los registros correspondientes. Eran tarjadores Aldo Hernández, Manuel Hidalgo Serra, Gabriel Artigas, Policarpo Betancourt, Gabriel Gastón Ruiz, Gilberto Mayans, Ramón Osorio y Jorge Fuentes, entre otros.
Los paradores, se dedicaban a parar los sacos de azúcar, ponerlos en posición vertical, tanto en el muelle, como a bordo de los barcos y los lingadores armaban las lingadas en el caso de que las cargas no estuviesen paletizadas, o sea, colocadas en pallets de madera, se desempeñaron en estas ocupaciones Alejandro Albacea, Inocencio Córdova, Arnaldo Vega Hasty, Pedro Blanco, Virgilio Rodríguez, Inocencio Camejo, Roberto Santí, Ramiro Ramírez y Gaspar Serra Marí, entre otros.
Los obreros que se dedicaban a transportar en carretillas los sacos de azúcar, desde las casillas o planchas de ferrocarril hasta los muelles, eran nombrados carretilleros y aquellos otros cuya ocupación era alcanzar el agua de tomar, un estrobo, un saco vacío, se denominaban amanteros. Entre estos estuvieron: Antonio Artigas, José A Navarro, Víctor Noa, Florentino Guilarte, Lucidio Hasty, Favio Hasty, Octavio Rondón, Justo Mayans, Francisco Mayans, Gulberto Hasty y Edelio Hasty.
Los estibadores del muelle, de almacenes y de a bordo de los buques realizaban la labor más ruda, que tenía, además, la característica de no ser fija, sino rotativa. Fueron estibadores, entre otros: Alfredo Rondón, Juan Oro Fabré, Víctor Hidalgo Leal, Florentino Lores, Cándido Hasty Montet, Fausto Montero de la Paz, Herminio Borrero, Evelio Díaz, Julio Fabré Noriega, Omelio Blanco, Arsenio Rondón, Manuel Rojas, Manuel Hasty Rojas, Arnaldo Rondón, Edito Kindelán Ortiz, Pablo Rodríguez, Alberto Periche, Eduardo Coll, Jesús Noa González, José Serra Marí y Francisco Vega.
En el puerto de Banes hubo obreros de mucha antigüedad en las labores, como lo fueron Leandro Castillo, Dionisio Hasty, José Hasty y Ruperto Hasty, que se iniciaron en esas tareas  en 1905.
El trabajador portuario de mayor antigüedad lo fue Manuel Suárez Prats, que se inicio en fecha tan temprana, como  enero de 1902.

LA ADUANA DEL PUERTO DE BANES Y SUS EMPLEADOS

El local de la oficina aduanera fue construido por la United Fruit and Sugar Company y arrendada por esta al Estado cubano, entre sus funciones estaba proceder al despacho de los barcos  a la entrada y a la salida del puerto, revisar la lista de tripulantes y las mercancías y cargas, el control y sello de las mercancías en tránsito, etc.
En sus dependencias se realizaban numerosas labores, relacionadas con estas funciones, como eran vista, guarda almacén, inspector  y también ocupaciones tales como cajero, contador y otras similares. El conserje de la aduana era Cosme Hasty, jugador del equipo Portuarios,
En diferentes etapas allí laboraron Juan Martorell Ramírez, baracoense, avezado marinero, patrón de su propia embarcación, en la cual realizaba  viajes de Baracoa a Cabónico y de Baracoa a Gibara, fue luego jefe de inspectores en esta aduana durante el período presidencial de Gerardo Machado (1925-1933); Carlos Puig del Río, quién laboró muchos años como inspector de aduana, en varios períodos diferentes y se desempeñó también como vista de la aduana; Rafael Delgado, Lito Hidalgo, Francisco Ballart, Fausto Díaz, Liduvino Quiñones Tamayo, Alberto Quiñones Tamayo, Eric Rojas, Ángel Blanca, Ángel Cuesta, entre otros.

El nuevo local de la Aduana, el cual sustituyó, a fines de la década del 30, al viejo local de madera, en el cual radicaron con anterioridad sus dependencias 

Banquete  organizado en el almacén de la Aduana en el año 1934, para despedir al administrador de esa dependencia Pedro Díaz Carballosa, quién fuera promovido para la capital del país

LOS HASTY O HASTIE DE EL EMBARCADERO

El apellido más común entre los trabajadores del puerto de Banes era Hasty, pues 44 personas con este apellido laboraban allí, más seis que se pusieron Hastié, descendientes todos del pirata William Hasting, de nacionalidad inglesa, residente en Nassau, donde tenía su centro de operaciones.
Cerca de la playa banenese de Puerto Rico, su barco fue atacado  y hundido por buques de la Armada Española, recalando Hasting a la zona de El Ramón de Antilla, que todo parece indicar que ya conocía con anterioridad, por lo que se ha afirmado que allí tenía escondidos sus tesoros.
Compró estas tierras al rey de España, se estableció allí en casa de mampostería y trajo a sus hijos Charles y Julián y dejó más de 800 descendientes, entre los que se cuentan los Hasty o Hastié.
Llegó a poseer más de 500 caballerías de tierra y trajo a la zona muchos esclavos, los cuáles laboraban en la agricultura o en la servidumbre y vivían en bohíos.
Sus restos reposan en el cementerio del Júcaro en el vecino municipio de Antilla.

UNAS BREVES CONCLUSIONES

En el año 1959, como es conocido, ocurren en Cuba cambios políticos y sociales. En el año 1960, el 25 de abril, la United Fruit and Sugar Company es expropiada y sus activos, dependencias  y propiedades pasan al Estado cubano. En ese mismo año  los barcos de la Gran Flota Blanca de la UFCo dejan de viajar a Cuba, al suspenderse las relaciones comerciales entre Cuba y los Estados Unidos
Al establecer Cuba relaciones comerciales con la Unión Soviética, comienzan a realizar sus viajes al país los barcos de las flotas del Mar Negro y del Mar Báltico, el porte de muchos de los cuáles era superior al permisible por el Estrecho de Banes y las operaciones portuarias se transfieren  entonces al vecino puerto de Antillla, al cual pasaron a laborar también las cuadrillas de trabajadores portuarios de El Embarcadero.
Por otro lado, en el mes de septiembre de 1962, al radicarse en  El Embarcadero una instalación de carácter militar, las familias allí residentes fueron trasladadas  para urbanizaciones recién construidas en Banes: los repartos  la Reforma Urbana y  Miguel Salcedo, el barrio de la Bajada de Rondón  y también reubicadas algunas de ellas en el reparto de la Compañía y en otras zonas de la cabecera municipal.
La historia, como es natural, continuó su curso, pero por otros derroteros diferentes a los que conforman este relato, el cual centra su atención en el establecimiento y desarrollo  del puerto histórico de Banes y en los hombres y mujeres que participaron activamente, superando grandes obstáculos, soportando privaciones en muchos ordenes y aportando elevadas cuotas de sacrificio personal, en toda esta labor fundacional, la cual tuvo una importancia vital y estratégica en el desarrollo económico y social del Municipio de Banes. 

Vista panorámica de El Embarcadero de nuestro relato
A MODO DE EPÍLOGO

Este relato es fruto de una visión personal del autor sobre El Embarcadero de Banes, pero los hechos y fechas en el mencionados, han sido debidamente  constatados en documentos, libros, revistas, folletos y periódicos, entre los que menciono el artículo "Banes: Puerto histórico", publicado por Rolando Gómez  de Cárdenas en su libro Retazos de la historia; la colección de números de la revista Unitfruitco del año 1948; Historia de Antilla, editada por La Defensa; documentos clasificados correspondientes a los archivos de la United Fruit and Sugar Company; el libro de Víctor Amat Osorio, Banes: estampas de mi tierra y de mi sol, con un capítulo correspondiente al Barrio Este que incluye un relato sobre El Embarcadero y sus habitantes; artículos publicados en números del periódico banense El Pueblo, correspondientes a la colección de la Respetable Logia Los Girondinos; los guiones del Programa radial "Memoria viva", escritos por Abel Tarragó López, buen  conocedor de la historia de Banes; documentos privados de las familias Hidalgo-Cejas, Rodil-Sanjuan,  Martorell-Alavedra y Martorell-Rodil; complementándose, además, con cuarenta imágenes, la absoluta mayoría de ellas inéditas y todas autenticadas y debidamente identificadas.
Mención aparte, en relación a la constatación de datos, fechas e identificación de imágenes, para las privilegiadas y prodigiosas memorias de Rubén Martorell Alavedra, Rina Rodil Sanjuán y Gloria Hidalgo Cejas, verdaderos archivos  históricos del poblado donde nacieron, crecieron y se desarrollaron como mujeres y hombres trabajadores, honestos y decentes.